El primer invierno de la IA: cuando la tecnología fracasó.

Cómo las promesas rotas de los 80 casi destruyeron el futuro de la inteligencia artificial

Valeria Mendoza

20 June 2025

En los años 80, la inteligencia artificial sufrió su primera gran crisis. Tras décadas de promesas ambiciosas (como máquinas que superarían al humano para 1980), la realidad técnica no estuvo a la altura: computadoras con menos de 1 MHz de potencia, algoritmos incapaces de resolver problemas cotidianos y una precisión de reconocimiento de voz inferior al 20%. El informe Lighthill de 1973 marcó el inicio del escepticismo, provocando recortes del 70% en inversiones y el cierre parcial de importantes laboratorios como el del MIT.

Summary

  • En 1987, las máquinas LISP valoradas en medio billón de dólares se volvieron obsoletas cuando llegó el primer invierno de la IA tras promesas infladas.
  • Los sistemas de IA de los 70-80 fallaron en el mundo real: reconocimiento de voz con 20% de precisión y algoritmos que no funcionaban fuera del laboratorio.
  • El colapso enseñó lecciones cruciales: enfocarse en aplicaciones específicas medibles en lugar de promesas universales grandiosas.
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En 1987, mientras las computadoras personales conquistaban oficinas y hogares, una industria entera desapareció sin previo aviso. Las máquinas LISP — computadoras especializadas que habían representado medio billón de dólares en inversión — se volvieron obsoletas de la noche a la mañana. No fue solo un cambio tecnológico: fue el símbolo más visible del primer invierno de la inteligencia artificial, un colapso que cambió para siempre cómo entendemos el desarrollo tecnológico y sus promesas.

Cuando las Máquinas Prometían Demasiado

Para entender qué salió mal, hay que ver qué pasó antes. Entre 1950 y 1970, la IA parecía imparable. Los investigadores creían que estaban a punto de crear máquinas que pensaran como humanos. Herbert Simon, uno de los pioneros del campo, predijo en 1965 que las máquinas igualarían las capacidades cognitivas humanas para 1985.

Era una época de confianza total. Los programas de ajedrez mejoraban cada año, los sistemas de traducción automática prometían eliminar las barreras del idioma, y los laboratorios hablaban de inteligencia artificial general como si fuera cuestión de tiempo.

El problema era simple: la realidad tecnológica no podía sostener estas expectativas infladas.

La Realidad Técnica Golpea Fuerte

A mediados de los 70, los límites se hicieron evidentes. Las computadoras personales operaban entre 1 y 20 MHz — una capacidad ridículamente pequeña para los sistemas complejos que prometía la IA. Los algoritmos que funcionaban en laboratorios controlados fallaban cuando se enfrentaban al mundo real.

Los sistemas expertos, la gran apuesta de la época, tenían un defecto fatal: daban resultados inesperados y erróneos cuando recibían información que no habían visto antes. El reconocimiento de voz, una de las promesas más ambiciosas, apenas alcanzaba 20% de precisión.

Imagínate usar Siri con esa precisión. Era imposible.

El Momento de la Verdad

En 1985, el mismo Herbert Simon que había hecho predicciones tan optimistas tuvo que reconocer públicamente que su pronóstico de 1965 no se había cumplido. Era la admisión oficial de que la comunidad había sobrestimado dramáticamente lo que podía lograr.

El Informe que Cambió Todo

En 1973, el matemático británico James Lighthill publicó un análisis que se convertiría en el documento más destructivo para la IA de esa generación. Lighthill calificó la inteligencia artificial como un "sueño irrealizable" y cuestionó sistemáticamente cada una de sus promesas.

El impacto fue inmediato. En Reino Unido, la confianza gubernamental en la IA se desplomó. Pero el efecto trascendió fronteras: el informe se convirtió en la justificación que muchos gobiernos usaron para recortar financiamientos masivamente.

El Colapso Financiero

Los números revelan la magnitud de la crisis. El Programa de Computación Estratégica de DARPA invirtió más de mil millones de dólares en desarrollo de IA entre 1983 y 1993, pero comenzó a recortar fondos en 1987 al no lograr sus objetivos. Jack Schwarz, representante de DARPA, llegó a caracterizar los sistemas expertos como "programación inteligente" y declaró que la IA no era "la próxima ola" tecnológica.

Mientras tanto, la industria de máquinas LISP — computadoras especializadas para ejecutar código de IA — colapsó cuando las computadoras de escritorio de Apple e IBM ofrecieron alternativas más baratas y versátiles. Miles de ingenieros especializados perdieron sus empleos.

Lecciones para Inversionistas de Hoy

Este colapso ofrece lecciones cruciales para quienes invierten en IA actualmente. La crisis de los 80 demostró que las tecnologías que parecen revolucionarias pueden volverse obsoletas rápidamente si no logran integración práctica y sostenibilidad económica.

La Respuesta de los Científicos

Marvin Minsky, cofundador del laboratorio de IA del MIT, fue uno de los primeros en reconocer que la comunidad había sobrevalorado las capacidades tecnológicas. La respuesta no fue abandonar el campo, sino transformar el enfoque: de las grandes promesas universales a objetivos específicos y medibles.

Esta transformación estableció principios que siguen siendo relevantes: transparencia sobre limitaciones, objetivos incrementales, y evaluación rigurosa. Los investigadores aprendieron que la honestidad sobre las capacidades reales era más valiosa que las promesas grandiosas.

Patrones que se Repiten

El primer invierno de la IA comparte patrones con burbujas tecnológicas posteriores: el boom de las punto-com, la euforia blockchain, y otros ciclos de hype. En cada caso, encontramos expectativas infladas, inversión especulativa masiva, y una corrección dolorosa pero necesaria.

Los indicadores de advertencia son consistentes:

  • Valuaciones desconectadas de fundamentos
  • Narrativas que descartan métricas tradicionales
  • Una oleada de nuevos participantes sin experiencia técnica profunda

Reconocer estos patrones es esencial para navegar los ciclos tecnológicos actuales.

Cómo la IA Moderna Aprendió la Lección

Las lecciones del primer invierno moldearon los marcos de implementación de IA contemporáneos. Los tomadores de decisión empresarial ahora siguen protocolos específicos: evaluación de preparación organizacional, proyectos piloto antes de despliegues masivos, y métricas claras de éxito.

La diferencia clave es el enfoque en aplicaciones específicas con valor medible, en lugar de sistemas generales con promesas vagas. Esta metodología ha demostrado ser más sostenible y rentable.

El Legado de una Crisis Necesaria

El primer invierno de la IA no frenó el progreso tecnológico — lo hizo más inteligente y sostenible. Cuando la IA resurgió en los años 90 con redes neuronales y algoritmos de aprendizaje automático, lo hizo con expectativas calibradas y objetivos realizables.

Los científicos habían aprendido a prometer menos y entregar más. Las empresas habían aprendido a invertir en proyectos con criterios claros de éxito. Los inversionistas habían desarrollado marcos de evaluación más rigurosos.

La historia de la inteligencia artificial nos recuerda que cada revolución tecnológica viene acompañada de expectativas infladas — y que la sostenibilidad a largo plazo depende de mantener una perspectiva realista sobre capacidades y limitaciones.

Hoy, mientras navegamos otro boom de inteligencia artificial, las lecciones de los años 80 siguen siendo fundamentales. El primer invierno de la IA nos enseñó que las crisis tecnológicas no destruyen el progreso — lo refinan, lo hacen más pragmático, y ultimamente, más poderoso.